lunes, 7 de abril de 2008

La muerte al alcance de la boca


Nunca he sido fanático de los cigarrillos; todo lo contrario, los aborrezco con todo mi corazón, y las personas que los fuman están muy cerca de ser aborrecidas igualmente, aunque muchas son amigos míos, y ahí se presenta un problema más profundo, pero no por eso seré parco en mis palabras ni tendré una pizca de moderación. Los odio principalmente por los males que causan y lo fácil que es conseguirlos a pesar de esto; sí, es verdad, mucha de la propaganda de cigarrillos lleva advertencias sobre el peligro a la salud de aquel que los consuma, pero a mí parecer sería lo mismo si alguna droga ilegal comenzara a circular en el mercado con su advertencia adjunta: las personas la leen y les importa demasiado poco.


Ya no se trata únicamente de la salud de los propios consumidores, sino de la de aquellos que están limpios de ese vicio pero que igual lo respiran a causa de los insensibles fumadores. Y no olvidemos el medio ambiente, principal víctima del abuso del tabaco, destruido de a pocos como los pulmones de esa gente adicta que poco le importa el resto. Y ¿qué dicen ellos?: “De algo vamos a morir”. Lo que siento al oír este tipo de respuestas es una pena terrible por estas personas que saben que están matándose a sí mismas y a los demás y hacen muy poco por evitarlo; primero son ellas, los demás pueden cuidarse solos, ¿no es verdad?


Es aún más lamentable cuando amigos cercanos se dejan intoxicar por la nicotina sin oír nuestros consejos, absortos en su propio goce, atrapados en la adicción y en el placer psicológico que pueden estar recibiendo (y digo psicológico porque todo está en la mente, no es un placer real). A veces tengo muchísimas ganas de conseguir una lista con todas las maldades del cigarrillo, del tabaco y la nicotina en general, y decirles “de esto vas a morir, de alguno de los más de quince cánceres, de un ataque al corazón o, peor aún, de enfisema; y no solo tú, sino también aquellos a los que expones con tu vicio”.


Tal vez no pueda detener la venta o el consumo de cigarrillos, pero sí puedo impedir que mis amigos los fumen (podrán comprarlos, pero el hacerlo ya supone una pérdida por más que se los quite o no). Romperé cada uno feliz de ayudarlos no solo a ellos, sino a mí mismo y a todas esas personas sensatas que no fuman; no se me ocurre una mejor labor social que esta.

2 comentarios:

Hans Burkli dijo...

Diego no me quites mis puchos (cof cof)[ derrame pulmonar ]

Miguel Angel dijo...

Concuerdo con lo mencionado Diego. Sin embargo, no se trata solo de consumir un cigarrillo por vicio, sino que he notado que otras personas empiezan por el mero hecho de parecer interesantes(no digo que todas). Si uno se percata en ciertas ocaciones alguien que llega solo a una fiesta pasa desapercibido, sin embargo, si uno llega fumando entonces ya está acompañado. Lo digo a raiz de ejemplos que he tenido el desagrado de presenciar muy cercanamente y ciertamente la publicidad es el infesto principal de tal pseudocorriente tabaquera.